Capítulo 347. The stories of Henry Dodge vol V

No hay mas vida que la que compartimos, amigos. No hay mas paz que la que me otorgáis. Bajad a la plaza a brindar conmigo y cantad lo que sepáis. Yo soy Henry Dodge III, soy el signo de esta ciudad. Soy sus robles, soy el ruido, soy su brisa y su compás. Así que uníos a mí, amigos míos, uníos a mí y escuchad. Alzo la voz junto al vino para mentiros con la verdad. Yo soy Henry Dodge III y esta noche os hablaré. Soy Henry Dodge III y hoy os contaré la historia de un hombre sin miedo llamado Jeremiah Pain.

Hubo un tiempo en que el otoño atraía el vuelo de los cuervos y los pasos arrastrados de Jeremiah Pain. Todos los años, coincidiendo con el primer día del otoño, el ermitaño de Walker Hill abandonaba su refugio de soledad y descendía en dirección a Gontown levantando, a su paso, las bandadas de los cuervos. Los aleteos y los graznidos de aquellas aves constituían la señal que los colonos de Gontown, habían ansiado escuchar durante todo el año. El sello del viaje anual de Jeremiah Pain. Bajo un roído sombrero negro, el rostro enjuto y la barba desaliñada se escondía aquel que era capaz de domesticar el dolor. Aquel que amansaba la angustia.

El recibimiento era parco y solemne sin embargo. Los colonos vestían las puertas de sus casas con vasijas que hospedaban jóvenes ejemplares de robles rojos. Frente a ellas, depositadas cuidadosamente sobre telas recién lavadas, todas las miserias y las tristezas acumuladas durante aquel año. Botellas rebosantes de complejos, cajas que custodiaban la cobardía de sus dueños, garrafas llenas de frustración e impotencia. El miedo al ridículo, el desamor, la traición por las promesas incumplidas...Los patios y los porches exponían los fracasos de los habitantes de Gontown mientras el ejército de los grajos imponía su ley volando en círculos sobre el poblado. Era entonces cuando Jeremiah Pain llenaba, con aquellas siniestras donaciones, el saco de áspera arpillera gris que cargaba sobre su hombro derecho. Sobre el izquierdo, afilado vigilante de la escena, Salomon, el cuervo albino de Jeremiah.

Y con aquel fardo repleto de infortunios, Jeremiah Pain regresaba a la colina de Walker. Abandonaba Gontown con su pesada carga en la espalda escuchando los vientos del noroeste. Recorría el viejo sendero del cementerio y, al iniciar el ascenso hacia la colina, depositaba al pie de una tumba un puñado de semillas envueltas en un paño. Semillas de roble rojo. El árbol de los colonos. Sólo entonces Salomon graznaba firme y poderoso disolviendo el círculo de los pájaros. Sólo entonces Jeremiah gritaba desgarrado al cielo para, poco despues, retomar sus pasos abandonados y ascender entre los bosques acompañado por los cuervos. 





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