Capítulo 112. NGC 57 AM vol.1 - La Cabaña del Tío Mike.

La banda 57 AM quedaba libre en New Gon City. Era la señal definitiva. A veces el azar simplemente quiere mostrarnos el camino y debemos dejarnos guiar por sus designios; así pues, sólo quedaba contactar lo antes posible con mi primo Chris Stevens en Cicely (Alaska) y su voz se escuchó clara y sin fisuras: "¡adelante primo!". La NGC Radio Station sale al aire. La voz de "La cabaña del tío Mike", prima de la última frontera, se alza como un plagio encubierto desde mi reducto en esta entrañable ciudad.

Así que aquí estoy, queridos habitantes de New Gon City, Mike Stevens dispuesto a traer y comentar lo que las ondas sonoras quieran depararnos en forma de inspiración; a traducir emulsiones de endorfinas surgidas de la escucha casual de esta o aquella melodía; y a convertirse en el altavoz de vuestra palabra, sí amigos, tenéis aquí un buzón abierto para rebelaros contra la saturación del día a día. Unidos contra la intolerancia sonora, enarbolando una oda nocturna al eclecticismo.

Y para empezar, una reflexión que cobra vigencia en estos días. Un veterano músico se concede el más que merecido descanso en un monasterio budista. Rodeado de la mayor placidez, tras las meditaciones matinales, recibe la noticia: su manager durante años, amiga íntima de toda confianza, le ha sustraído los golosos 5 millones de dólares destinados a su jubilación... A la noticia le sucede una procelosa y desagradable porfía de años, múltiples estafas y daños, y una justicia incapaz de obligar a resarcir las cantidades... Las urgencias económicas le hacen abandonar el monasterio y volver al arte como profesión, casi como un mercernario de la música, las letras y los escenarios. Y llega la pregunta: ¿Podemos celebrar un acto delictivo cuando del penar del afectado se desencadena un deleite colectivo? Aún candente la visita del príncipe de las letras, destacada como procede por el patrono de esta emisora, la paradoja moral está servida. No podemos evitar el sentimiento. Quién más quién menos, desde luego el que subscribe. Todos con un implícito agradecimiento a Ms. Lynch, esa manager estafadora que nos brindó no sólo el despertar del letargo monacal de nuestro admirado L. Cohen, sino la posibilidad de vivir en directo su ascensión definitiva al olimpo de los más grandes.

Cuestiones morales al margen, hacerse viejuno tiene algunas compensaciones cuando le da a uno el sosiego que nunca quiso tener para, más allá de emocionarse, entusiasmarse, exaltarse… poder al fin rendirse a tumba abierta ante la elegancia hecha poemúsica. Un recuerdo de esa primera visita, tres de las mejores horas de música que me fueron concedidas, preludio del refrendo en versión extendida del viernes pasado. ¿Se puede desplegar arte hasta en la presentación de los músicos? No lo pensaba hasta que vi a Mr. Cohen, ante un público que trataba de digerir lo que allí acontecía, descubrirse sentidamente ante the virtuoso of bandurria, the master of breath, the architect of arpeggio, the prince of precision, the subtle and impeccable, the incomparable, the sublime, and the shepherd of our consciences...

Un sucedáneo en forma de grabación casera de fondo, mientras reflexiono sobre si en ocasiones nos empecinamos en tapar grietas, cuando en definitiva, en todo las encontraremos, y así es como penetra la luz...


"[...] It is my prayer that Ms. Lynch will take refuge in the wisdom of her religion, that a spirit of understanding will convert her heart from hatred to remorse, from anger to kindness, from the deadly intoxication of revenge to the lowly practices of self-reform.
Many thanks, Your Honor, for this hospitality and for this opportunity to address the court. 
L. Cohen"
"[...] Rezo para que Ms. Lynch encuentre refugio en la sabiduría de su religión, que el espíritu del entendimiento transforme su corazón y pase del odio al remordimiento, de la ira a la amabilidad, de la intoxicación mortal de la venganza a las humildes prácticas de la auto-redención.
Muchas gracias, su señoría, por esta hospitalidad y por esta oportunidad de dirigirme al tribunal. 
L. Cohen"

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