Capítulo 148. Big Brother que estás en el techo.

En su pasión por la tecnología exótica mi concubina ha adquirido un nuevo artilugio imposible digno de la teletienda mas recalcitrante. Hablamos de un despertador que proyecta la hora en el techo de nuestro dormitorio y que nos vigila con nocturnidad y, probablemente, alevosía. Yo lo he bautizado como Big Brother. El culmen de los cachivaches insólitos.

Big Brother cumple muy bien su función. Da la hora despiadadamente y nos despierta sin compasión. Pero además es controlador y entrometido como su homónimo de la novela de George Orwell. Todos los días me mira desde el techo, durante toda la noche. Me vigila desde ahí arriba sin parar. Conoce mejor que yo mis movimientos musculares involuntarios y mis fases REM. Escucha mis diálogos oníricos y se muestra insensible a mis escasos periodos de insomnio. ¡Maldito cotilla digital!¡Maldito Big Brother!

Sin embargo, mi venganza se sirve fría todos los fines de semana. Mi victoria es total los sábados y domingos. Big Brother pierde su poder opresivo frente a mis ronquidos y el despertador proyectado se transforma en un cacharro inofensivo. Indiscreto, pero inofensivo. Lástima que mi desalmada descendencia venga gritando hacia mí como un ejército insurgente y me arranque de la cama para regocijo de Big Brother. ¡Maldito trasto metomentodo! Últimamente siempre me gana la batalla...

PS. Y encima mañana es lunes...

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